Tras tres meses sin volver a casa por la universidad y el trabajo, regresé a Galicia con muchas ganas de saber de mis vecinos, sus historias, novedades... En fin, lo típico de un pueblecito pequeño de no más de 20 casas.
A pesar de haber dejado atrás a mucha gente querida por la distancia que nos separa - ya que 500 km son una buena técnica para enfriar hasta las mejores relaciones de amistad- siempre queda alguien con quien hablar de vez en cuando: te sacan una sonrisa, se recuerdan vivencias comunes... eso es lo que en esta ocasión me ha ocurrido con una vieja amiga.
Tras estar al teléfono unos 40 minutos poniéndonos al día de los pormenores de nuestra vida, mi amiga me ilustró maravillosamente cómo fueron sus prácticas empresariales el verano pasado en una gestoría de una villa cercana... Quitando los típicos "abusos" que se sufren siendo becaria, le tocó lidiar con un ejemplar digno de mención. Una mañana recibieron con sorpresa a un "cobrador del frac"... no porque la empresa tuviese algún pago atrasado, nada más lejos. Venía a poner una denuncia. ¡El pobre hombre había sido encerrado por una noche completa en un establo!, me imagino la cara de mi amiga diciendo: "¿Para esto he estudiado yo? Para tratar con tarados..." Pero lo mejor de todo no fue eso... sino que cuando apareció el peculiar" carcelero" matizó lo siguiente:" ¿Y?¿qué iba a hacer? me molestaba mucho... y porque no tenía la escopeta cerca que sino..."
Tras ese razonamiento de peso y la cara estupefacta de mi amiga -que recordó cómo en su infancia había visto en alguna ocasión a otro cobrador vestido de torero que visitaba regularmente a un vecino suyo- y toda la plantilla presente de la gestoría decidió, además de por otras aventuras que contaré más adelante, que quizás ese trabajo no era lo suyo y mejor era ponerse ahora a sacarse otro título académico...
A pesar de haber dejado atrás a mucha gente querida por la distancia que nos separa - ya que 500 km son una buena técnica para enfriar hasta las mejores relaciones de amistad- siempre queda alguien con quien hablar de vez en cuando: te sacan una sonrisa, se recuerdan vivencias comunes... eso es lo que en esta ocasión me ha ocurrido con una vieja amiga.
Tras estar al teléfono unos 40 minutos poniéndonos al día de los pormenores de nuestra vida, mi amiga me ilustró maravillosamente cómo fueron sus prácticas empresariales el verano pasado en una gestoría de una villa cercana... Quitando los típicos "abusos" que se sufren siendo becaria, le tocó lidiar con un ejemplar digno de mención. Una mañana recibieron con sorpresa a un "cobrador del frac"... no porque la empresa tuviese algún pago atrasado, nada más lejos. Venía a poner una denuncia. ¡El pobre hombre había sido encerrado por una noche completa en un establo!, me imagino la cara de mi amiga diciendo: "¿Para esto he estudiado yo? Para tratar con tarados..." Pero lo mejor de todo no fue eso... sino que cuando apareció el peculiar" carcelero" matizó lo siguiente:" ¿Y?¿qué iba a hacer? me molestaba mucho... y porque no tenía la escopeta cerca que sino..."
Tras ese razonamiento de peso y la cara estupefacta de mi amiga -que recordó cómo en su infancia había visto en alguna ocasión a otro cobrador vestido de torero que visitaba regularmente a un vecino suyo- y toda la plantilla presente de la gestoría decidió, además de por otras aventuras que contaré más adelante, que quizás ese trabajo no era lo suyo y mejor era ponerse ahora a sacarse otro título académico...
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